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Los fotógrafos con preocupaciones sociales suponen que su obra puede comunicar una suerte de significado estable, puede revelar la verdad. Pero, en parte porque la fotografía es siempre un objeto en un contexto, este significado se disipará inevitablemente; es decir, el contexto que modela los usos inmediatos –sobre todo políticos- que puede tener una fotografía, es inevitablemente sucedido por contextos en los cuales tales usos se atenúan y progresivamente pierden relevancia. Una de las características centrales de la fotografía es el proceso mediante el cual los usos originales se modifican y finalmente son suplantados por otros, primordialmente por el discurso artístico capaz de absorber toda fotografía. Y algunas fotografías, siendo imágenes, nos remiten desde un principio a otras imágenes así como a la vida. La fotografía transmitida en octubre de 1967 por las autoridades bolivianas a la prensa mundial, en la que el cadáver del Che Guevara aparecía tendido sobre una camilla en un establo, encima de una artesa de cemento, rodeado por un coronel boliviano, un agente de inteligencia estadounidense y varios periodistas y soldados, no solo resumía las amargas realidades de la historia contemporánea de Iberoamérica sino que mantenía una inadvertida semejanza, como ha señalado John Berger, con El Cristo muerto de Mantegna y La lección de anatomía del profesor Tulp de Rembrandt. El atractivo de la fotografía deriva en alguna medida de lo que comparte, en cuando composición, con estas pinturas. En efecto, el grado en que esa fotografía es inolvidable indica su potencial para ser despolitizada, para transformarse en imagen atemporal.

Susan Sontag – Sobre la fotografía

Imagen: Detalle del «Cristo muerto» de Hans Holbein.